De cuidada anatomía y composición, carente de corona de espinas y potencias, y con sudario cordífero, el Cristo de la Buena Muerte refleja la fuente inspiradora solicitada, si bien no exenta del sello personal del autor. Presenta también similitudes con el crucificado de la Buena Muerte que el mismo imaginero tallara para la Hermandad de la Hiniesta, en sustitución de la primitiva imagen que se perdió tras la guerra civil.
La talla del Cristo de la Buena Muerte fue restaurada en 1984 por D: Francisco Peláez del Espino, y en1991 por D. Miguel Ángel González Jurado.
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